miércoles, 27 de mayo de 2020

Por qué urge un ecosistema innovador para reflotar el turismo tras la pandemia


PhotonCatcher / Shutterstock
María Jesús Such Devesa, Universidad de Alcalá; Ana B. Ramon Rodriguez, Universidad de Alicante y Luis Moreno-Izquierdo, Universidad de Alicante
La crisis existencial que vive la industria turística, en pleno debate sobre la “necesaria reindustrialización” y el correspondiente fortalecimiento de la actividad industrial en un país donde el turismo es soporte tradicional de su economía como España, obliga a pensar en cómo incorporar innovación de vanguardia a todos los procesos turísticos si se quiere mantener el liderazgo mundial en competitividad del sector tal y como acredita el WEF.
La relación entre crecimiento económico y los avances tecnológicos es una evidencia incuestionable. Sin embargo, no todos los saltos tecnológicos tienen las mismas implicaciones. Las olas de Kondratieff evidencian que con cada nuevo paradigma el impacto de la innovación es superior al anterior. El motivo: la retroalimentación de las olas tecnológicas, que provocan que cada vez la marea de la disrupción alcance cada vez cotas más elevadas.


Por este motivo hemos llegado a un punto en el que la tecnología es, por sí misma y desde hace unas décadas, el sector económico más importante del planeta. El motivo es que su capacidad de transformación sectorial es mucho más elevada que el que tuvieron otras revoluciones como la máquina de vapor o la electricidad.
La información y los datos, el combustible de las dos últimas revoluciones industriales, alimentan el crecimiento de cualquier industria, de las más tradicionales a las más avanzadas. Y con ello se abre un mundo de posibilidades de innovación al alcance de casi cualquier empresa, de las más grandes a las más pequeñas, con herramientas disponibles para mejorar sus resultados.

El círculo vicioso de la industria turística

Esta espiral de cambios tecnológicos puesta al servicio del turismo podría ser garantía para el mantenimiento en el tiempo del liderazgo español en competitividad turística mundial. Tal grado de competitividad se ha alcanzado por unos servicios de alto nivel, con precios que hacen atractiva la llegada de pasajeros, inversiones privadas y públicas en recursos avanzados, con políticas bien dirigidas a explotar los beneficios de la industria turística, muchos y buenos proyectos liderados por PYMES.
Una realidad que va mucho más allá de la negativa imagen de turismo sobrecargado y de construcción especulativa que tanto se publicita. Una realidad que debe transitar hacia la sostenibilidad en todas sus dimensiones.
Sin embargo, no es menos cierto que en España existe una evidente carencia en la adaptación de los servicios turísticos a esquemas innovadores y a las nuevas posibilidades tecnológicas.
Las últimas encuestas de innovación realizadas en España inciden en un cierto desinterés por adaptarse a los cambios por parte de los sectores más relacionados con los servicios turísticos. Se trata de un círculo vicioso, un verdadero estigma para una actividad de tanta importancia.


La pregunta es ¿ocurre este hecho únicamente en el turismo? ¿O en España? A decir verdad, Europa en su totalidad está mostrando una peor adaptación a la era de la inteligencia artificial que otras potencias económicas, especialmente las asiáticas. Una menor inversión en I+D+i, menos empresas digitales, normativas que frenan el desarrollo de algoritmos… Pero tampoco podemos negar que España y el sector turístico estarían en las últimas posiciones en esfuerzo inversor.
Una estructura empresarial demasiado familiar y muy dependiente de las PYMEs, y una tradicional falta de impulso al sector de alta tecnología, que podría hibridar con las empresas turísticas, tienen la culpa.

Seguro de vida frente a la crisis

Cierto es que el turismo es mucho más que tecnología. Las ventajas comparativas derivadas de su situación geográfica, así como otros elementos que diferencian a España como su estilo de vida, su exquisita restauración o los criterios de calidad que se ha autoimpuesto parecen un seguro de vida frente a crisis como la COVID-19.
El turismo siempre resurge. Pero las preferencias de la demanda y la rentabilidad empresarial sufren profundos cambios.
Las empresas tecnológicas retienen cada vez una mayor parte del gasto turístico, limitando los ingresos de las empresas en los destinos. Durante años hemos visto cómo las empresas de distribución turística españolas perdían peso en detrimento de Booking y similares. Desde hace años es Airbnb la que se ha convertido en una amenaza incesante para los hoteles tradicionales.
Y pronto Uber y otras parecidas tomarán parte del pastel del gasto turístico destinado a movimiento interurbano, todavía limitado por normativas que pueden dar cobertura a otras modalidades de transporte urbano frente a los vehículos compartidos. Los efectos de la falta de innovación turística en España no se limitan por tanto a una pérdida de competitividad de sus empresas en el extranjero, sino que también limitan los efectos en el destino.
¿Cómo puede casar esta pérdida de ingresos y protagonismo global del sector español con el liderazgo competitivo turístico? ¿Acaso es más importante la política de atracción turística que la apuesta por sectores innovadores que, a la larga, terminarán reinventando el sector, como ha ocurrido con las mencionadas Booking o Airbnb?

Se imponen medidas de digitalización en todo el sector

Si España quiere mantener su competitividad turística, una competitividad palpable y no la que muestran ciertos índices, debería planear de forma urgente medidas de digitalización de todos sus sectores. Pensemos únicamente en las mejoras que se derivan de los “destinos inteligentes” para el sector.
Y no hablamos de destinos en los que se implanta una red wifi en mitad de una playa o se instalan aplicaciones residuales para encontrar aparcamiento, sino de “verdaderos” destinos inteligentes, basados en el internet de las cosas, en el big data, en paneles de mando donde se interactúe en base a las necesidades de la ciudad en cada momento determinado.
Se han producido suficientes avances tecnológicos y en inteligencia turística como para quedarnos atónitos. Pero para su desarrollo e implantación solo hay dos alternativas: contar con un ecosistema innovador de soporte (empresas especializadas en IA y el resto de tecnologías disruptoras), o hipotecarnos con terceros países en la compra y aplicación de su tecnología.
La inversión turística en España (aeropuertos, infraestructuras diversas, renovación de destinos) ha sido muy fuerte durante años, y parte de la tecnología instalada todavía está a medio camino de ser usada. Y para ello se requiere una mayor explotación de datos, facilitar el emprendimiento en innovación turística, incrementar la relación entre la universidad y las empresas…

Empresas turísticas nacidas en la nueva era digital

Pero el verdadero salto vendrá cuando seamos capaces de dotar a un sector tradicional como el turismo de empresas verdaderamente disruptoras nacidas en ecosistemas digitales donde exista acceso a financiación y un capital humano preparado para encontrar y aprovechar las oportunidades de mercado, también en el sector turístico.
Estas empresas serán las responsables de impulsar la reingeniería de procesos en las empresas turísticas en la nueva era de la inteligencia artificial, y de mejorar la eficiencia de la Administración Pública, que pide a gritos cambios hacia un sistema menos burocratizado y sin tanta intermediación, en el que las tecnologías de contabilidad distribuida serán claves.
El sector turístico no es menos innovador que el sector del automóvil, por ejemplo. Pero sí invierte menos en su digitalización que otras industrias. Esto representa una oportunidad única para un país como España, que puede elevar sus cotas competitivas si sigue apostando por investigar e incorporar conocimiento avanzado, innovación y tecnología a las iniciativas turísticas, a sus empresas e instituciones.
Es la hora de crear ese entorno innovador de iniciativas apoyadas en startups, y generar el ecosistema travel tech, con la Administración jugando un papel fundamental en este proceso transformador.
En definitiva, un modelo turístico sostenible, basado en el conocimiento, en el que las tecnologías de vanguardia son el complemento esencial para mejorar la gestión empresarial, la competitividad de los destinos y el bienestar de turistas y residentes.The Conversation
María Jesús Such Devesa, Profesora Titular de Universidad en el área de Economía Aplicada, Universidad de Alcalá; Ana B. Ramon Rodriguez, Profesora titular en el Departamento de Análisis Económico, Universidad de Alicante y Luis Moreno-Izquierdo, Adjunct professor, Universidad de Alicante
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

martes, 12 de mayo de 2020

Turismo. Colaboración entre competidores para tiempos de crisis


Suzyanne16 / Shutterstock
Rosa M. Batista Canino, Universidad De Las Palmas de Gran Canaria y Adriana Fumi Chim Miki, Universidade Federal de Campina Grande - UFCG
El siglo XX fue testigo de la consolidación como fuente de riqueza del turismo, un sector que, a priori, no parecía que tendría la fuerza y la trascendencia de los de carácter industrial.
En la actualidad, el sector turístico español es un referente internacional: España recibe más de 80 millones de turistas al año y goza de una posición consolidada en cuanto a competitividad. Y, en términos económicos, aporta más del 12% al empleo y al PIB nacional.
Sin embargo, el comienzo del nuevo milenio ha sido convulso para el sector. Y España, donde el turismo es un sector clave para el crecimiento, innovación y competitividad de su economía, ha sufrido en primera línea este cambio de tendencia.
Además, en el último lustro han surgido voces críticas al turismo, que obligan a reexaminarlo desde nuevas perspectivas.

Un sector, muchos participantes

Agencias de viaje, turoperadores, plataformas B2C, medios de transporte, operadores logísticos, alojamiento, ocio, restauración… son muchos los subsectores que integran el sector turístico. Es, pues, un sector complejo y fragmentado, en el que numerosas empresas interrelacionan sus procesos productivos.
Todos estos participantes pugnan por conseguir una parte del presupuesto que el turista asigna a su estancia. Aunque transporte y alojamiento acaparan la mayor parte del gasto, la oferta en destino también busca atraer al visitante.
Así, también la población residente es cocreadora, directa o indirectamente, del servicio que se presta al turista y de la imagen y las sensaciones que se lleva del lugar.

Pugnas en turismo

Esta competencia no siempre viene acompañada de la complicidad y del entendimiento que deben sustentar la estrategia de cualquier territorio que aspire a convertirse en destino turístico.
Lo primero es conjugar los intereses de todos los participantes, aunque luego compitan para obtener la mejor porción del gasto del turista.
Ya que el ecosistema turístico necesita de un alto grado de cooperación entre los actores implicados, será la estrategia coopetitiva la que mejores logros revierta a los agentes que desarrollan el destino.
La coopetición es la colaboración interesada entre diferentes actores económicos que son, además, competidores. Normalmente se basa en la colaboración público-privada. Son interesantes referentes en este sentido algunos destinos latinoamericanos como:
En Europa, el trabajo conjunto en las áreas de influencia de los parques temáticos Mirabilandia en la región italiana de Emilia Romagna, Italia, y Santa Claus Village, en la Laponia finlandesa, o en el Camino de Santiago, en España, demuestran que la coopetición es posible y deseable, y que solo se necesita voluntad para desarrollarla.
Establecer una visión compartida y un objetivo común para el enclave turístico, que procure un desarrollo más equilibrado, es el comportamiento idóneo para afrontar las crisis.

Piedras en el camino

Con la irrupción de las viviendas de alquiler vacacional y el aumento de la presión turística en espacios urbanos, a partir de 2015 surgió en algunas ciudades, el Tourist, Go Home, un movimiento que cuestiona al sector y su papel dinamizador de los destinos. Revertir esta situación ha requerido grandes dosis de creatividad colectiva en los destinos más castigados por esa oleada crítica.
Esa misma creatividad será necesaria para afrontar la crisis generada por la COVID-19, pues restablecerse como destino desde el “cero económico” al que se ha sometido al sector con el Tourist, Stay Home, requerirá de un tiempo y un trabajo en equipo sin precedentes.
Para superar una crisis se requiere una estrategia basada en el fortalecimiento de las relaciones entre competidores: los que rivalizan por el gasto turístico ahora deben cooperar para restablecer la confianza del turista, para luego competir por el interés del turista en el destino.
Esta estrategia, que requiere cooperar y competir a la vez, debe marcar la senda de la recuperación en esta nueva crisis, al igual que lo fue cuando la turismofobia.
Ahora bien, debe darse con el equilibrio necesario para que un tipo de relación no fagocite a la otra generando desconfianza. Y es que una delgada línea separa los “juegos de suma positiva”, en el que todos los participantes ganan, de los “de suma 0”, en los que solo unos pocos se benefician de la estrategia de todo un sector.

Coopetición para recuperar mercado

La confianza mutua, el pensamiento colectivo y la cocreación de valor, además de unos objetivos compartidos, son la base para un renovado desarrollo turístico post COVID-19.
Estas son algunas de las claves para que la estrategia coopetitiva consiga su curso deseable:
  1. Configurar la dirección del destino como si se tratara de una gran empresa.
  2. Establecer un proceso de planificación participativo con la complicidad y activa colaboración de los residentes.
  3. Desarrollar acciones conjuntas entre todas las instituciones y empresas que operan en el destino, que incluya la activación de procesos de coinnovación y de comarketing.
  4. Implementar los ajustes estratégicos necesarios para huir de los efectos de suma 0.

Cooperación para recuperar turistas

En España comienzan a articularse estrategias de fuerte fundamento coopetitivo. Las asociaciones empresariales de agencias de viaje se alían en un proyecto común para impulsar este verano el turismo nacional, incentivando el intercambio de turistas entre territorios dentro del país.
El Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE) se ha puesto manos a la obra para diseñar protocolos de seguridad común para todo el país, que permitan recuperar el turismo desde tres frentes de trabajo: turistas, residentes y trabajadores del sector.
La ministra de Industria, Comercio y Turismo, Reyes Maroto, ha propuesto a sus homólogos de los países del G20 la adopción de medidas similares. Países y regiones en principio competidoras entre sí, se unen para desarrollar un turismo libre de COVID-19, o Destino COVID Free.
Así, del “Tourist, go home” y el “Tourist, stay home” los destinos europeos solo podrán salir adelante con el “Tourist stay safe… like at home”.The Conversation
Rosa M. Batista Canino, Vicerrectora de Empresa, Emprendimiento y Empleo. Profesora de Organización de Empresas. Miembro del Instituto de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible de la ULPGC, Universidad De Las Palmas de Gran Canaria y Adriana Fumi Chim Miki, Profesora y Coordinadora Administrativa de la Facultad de Administración y Contabilidad, y Coordinadora del Programa de Posgrado en Gestión en UFCG/ Brasil, Universidade Federal de Campina Grande - UFCG
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

lunes, 11 de mayo de 2020

Turismo en tiempos de COVID-19: De la masificación al distanciamiento social



Joaquin Corbalan P / Shutterstock
María Jesús Such Devesa, Universidad de Alcalá; Ana B. Ramon Rodriguez, Universidad de Alicante y Patricia Aranda Cuéllar, Universidad de Alcalá
La contribución del turismo al PIB en el segundo trimestre de 2020 cae un 100%, es decir, desaparece por completo la actividad turística como consecuencia de las severas restricciones globales al movimiento de personas. Éste es el resultado del ejercicio de simulación del National Institute of Economic and Social Research que incluye el Boletín Económico 2/2020 del Banco de España (BE) tras la COVID-19.
Es significativo que el único sector productivo que se analiza de forma aislada en esta calibración de escenarios sea el turístico, quizá por ser el único en el que la recuperación gradual se extiende hasta el tercer trimestre del 2021, independientemente del escenario que se considere. Por tanto, el efecto es devastador, en particular para una economía tan dependiente de la actividad turística como la española.
A esto se le une la marcada incertidumbre existente, ya que es difícil prever cómo responderán tanto la demanda como la oferta turística ni en qué modo le afectarán las medidas de distanciamiento social y las restricciones a la movilidad, si bien es obvio que dichos condicionantes tienen una incidencia manifiesta en la actividad turística. Aunque es previsible que el turismo recupere gradual y lentamente su dinámica, ésta va a ser diferente a lo que hemos conocido hasta hoy.

Hacia otra realidad turística

Si hasta la fecha el sector turístico ha sido capaz de sobreponerse con agilidad a las crisis, puede que los rasgos y severidad que caracterizan a la actual crisis de la COVID-19 evidencien otra realidad y la exigencia de pensar en diferentes escenarios en los que plasmar la evolución y las medidas de respuesta.
La marcada caída experimentada por la demanda exterior se convertirá en un severo retroceso de las exportaciones de bienes y servicios. Según el BE, la tasa media anual de decrecimiento de las ramas ligadas a la hostelería y el ocio en 2020 será de casi el 14%, superior al resto de sectores debido a la esencia del turismo, basada en la interacción social. Cualquier análisis que tenga en cuenta la actividad turística deberá tomar en especial consideración la situación de la pandemia a nivel mundial, teniendo en cuenta la importancia que el turismo internacional tiene para nuestro país.
Las limitaciones de movimientos establecidas han afectado de manera radical a los flujos turísticos, como reflejan las series diarias de tráfico aéreo en los aeropuertos españoles. Los problemas que derivan de este cierre de fronteras internacionales inevitablemente conllevarán concentraciones de empresas y subidas de precios del transporte aéreo.
Gráfico 1: Tráfico aéreo en aeropuertos españoles

Banco de España

Según la balanza de pagos publicada por el INE, el turismo internacional representa alrededor de un tercio del total de la balanza por cuenta corriente. La demanda turística de España se compone, con ligeras variaciones entre comunidades autónomas, de aproximadamente la mitad de turistas de origen internacional.
Las limitaciones en la movilidad internacional en estos primeros meses nos llevan a asumir una reducción cercana a la mitad del flujo total de turistas de cara al verano. El hecho de que las medidas de contención de la epidemia no hayan sido adoptadas simultáneamente en todos los países, nos obliga a orientar el foco hacia la dimensión doméstica de la demanda turística. Esto supone un especial impacto en la industria hotelera, que es más dependiente del turismo internacional.
Gráfico 2: Peso del turismo, hostelería, ocio y cultura sobre el PIB

Banco de España

Gráfico 3: Tasa de variación acumulada de afiliaciones a la Seguridad Social entre el 28 de febrero y el 31 de marzo de 2020, por sectores

Banco de España

La contribución del turismo al PIB y al empleo en España supone el 11,8% y el 13,5% respectivamente en 2018, la más elevada en el caso del PIB —y la segunda más elevada, tras Islandia, en el del empleo— de todos los países de la OCDE.
El marcado descenso de la actividad turística, muy intensiva en mano de obra, está teniendo importantes consecuencias sobre el mercado de trabajo. Atendiendo a los datos de afiliación a la Seguridad Social disponibles hasta el 31 de marzo, la hostelería se sitúa como la actividad que registra peor comportamiento, sin contabilizar que la magnitud de la tragedia está enmascarada por la enorme cantidad de ERTE, de los que aún no se dispone de información suficiente.
Es decir, basarnos en los datos de afiliación a la Seguridad Social nos sitúa en un escenario optimista de más, ya que los trabajadores afectados por los ERTE continúan de alta a los efectos de afiliación.
Así, podemos dividir los factores clave a los que hay que prestar atención según el horizonte temporal.

A corto plazo: el turismo será doméstico o no será

  1. Una de las ventajas que tiene España para el turismo internacional es su percepción como destino mediterráneo fiable y seguro en cuestiones sanitarias. A corto, confiamos en que esta percepción positiva afecte al menos a alguno de los tradicionales mercados europeos emisores. No obstante, la demanda doméstica será la que sustente la reanudación de la actividad turística, en la medida en la que su mermado poder adquisitivo se lo permita.
  2. Diferentes tipologías de destinos tendrán comportamientos distintos atendiendo a los cambios en las preferencias de los turistas. La seguridad y el coste aseguran la fidelidad a los destinos de segundas residencias por parte de la demanda nacional. Las grandes capitales tienen más complicado mantener el distanciamiento social dado que la mayoría de las actividades propias del turismo urbano (museos, espectáculos, etc.) se llevan a cabo en sitios cerrados y ya se daban problemas de gestión de demanda en colas y espacios turísticos destacados en la etapa pre-COVID-19. Se impone la diversificación en la elección del producto turístico con el fin de evitar las aglomeraciones. Es probable el auge o expansión del turismo rural, de naturaleza, “de aislamiento”, de espacios abiertos.
  3. Teniendo en cuenta la experiencia adquirida durante el confinamiento, buena parte de las reuniones de negocios, las convenciones de empresas y los congresos, que se han realizado satisfactoriamente de forma online, unido a los inconvenientes de seguridad en los viajes internacionales, debilita el turismo de negocios y convenciones.
  4. En cuanto al tráfico aéreo, es plausible considerar una especial caída en la larga distancia a destinos exóticos. Los principales clientes de España proceden de países emisores geográficamente próximos, lo que ayudará a una mejor recuperación.
  5. En el ámbito alojativo, la reformulación de los alquileres ofrecidos por plataformas como Airbnb ya es una realidad en algunos destinos, en particular de carácter urbano, hacia alquileres de larga duración. La creciente necesidad de viviendas en mejores condiciones para vivir activa la demanda de unidades alojativas actualmente infrautilizadas debido al desplome de los movimientos turísticos.
  6. Las playas no van a tener la misma capacidad de carga que tenían debido a las normas de distanciamiento. Es el momento de poner en uso la innovación y los avances tecnológicos aplicados a la gestión de los flujos turísticos, de las playas sensorizadas, el control de los accesos a las atracciones turísticas, propios de los destinos turísticos inteligentes (DTI), realidad en la que España puede ser referencia mundial.

A largo plazo: del overtourism al turismo sostenible

  1. La necesidad de repensar el concepto de overtourism cada vez está más extendida. Tras la crisis de la COVID-19, la capacidad de carga de los destinos se verá limitada por las restricciones sanitarias y su gestión facilitada por la tecnología y la inteligencia artificial que nos permite controlar mejor la afluencia de los turistas. Es el momento de sacar el máximo rendimiento de la infraestructura de los destinos inteligentes. Los gestores de destinos turísticos tendrán, más que nunca, que asumir la gestión integral del destino y la demanda, más allá de las acciones de marketing y promoción.
  2. Es posible que la oportunidad para el mercado español resida en hibridar nuestras capacidades de ofrecer servicios de salud y cuidados con un segmento creciente de mercado que es el turismo asociado al bienestar. En una población europea envejecida y vapuleada por la pandemia que, cuando salga de vacaciones, requerirá precauciones especiales y necesidad de seguridad y confort. Sin duda, nuestras instalaciones hoteleras pueden ofrecer estas facilidades que, junto con las tecnologías aplicadas a la salud, son capaces de volver a posicionar a España como uno de los destinos preferidos.
  3. Las empresas del sector turístico han comenzado a demandar un salvoconducto para sobrevivir a esta crisis, similar a lo que se hizo con los bancos en 2008, contribuyendo a que sus problemas de liquidez no pasen a ser problemas de solvencia. Es el momento perfecto para reflexionar también acerca de su compromiso con la sostenibilidad del modelo y hacerles partícipes de una visión social de su actividad.
  4. España ha demostrado con anterioridad tener capacidad de generar la confianza necesaria para recuperar los niveles de actividad previos a sucesivas crisis. La verdadera cuestión sería plantearnos si esto es compatible en la actualidad con la transición ecológica que Europa pretende abordar de manera transversal. Las actividades económicas, entre las que se incluye el turismo, deben contribuir a la sostenibilidad y resiliencia tanto de las sociedades como del planeta.
Por tanto, es pertinente cuestionarse si todos y cada uno de los agentes implicados esperan volver al escenario turístico previo a la COVID-19. Y además, valorar si existe alguna alternativa para España distinta a la de recibir anualmente 83 millones de turistas internacionales en las mismas condiciones previas a la pandemia.
Es el momento de tratar de compatibilizar nuestro modelo turístico con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos en el marco de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Hay que poner a funcionar a pleno rendimiento la innovación y el conocimiento turístico acumulados. Ahora o nunca.The Conversation
María Jesús Such Devesa, Profesora Titular de Universidad en el área de Economía Aplicada, Universidad de Alcalá; Ana B. Ramon Rodriguez, Profesora titular en el Departamento de Análisis Económico, Universidad de Alicante y Patricia Aranda Cuéllar, Investigadora Predoctoral en Economía, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.